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Espejo, Cap. 75

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Espejo, cap. 75

En la Tierra…


-¡No hablaré sin presencia de mi abogado! –exclamó Fionna, le hacía mucha gracia tener la oportunidad de decir esa frase que tanto había oído en películas-.
El policía intentaba no perder los nervios. No paraba de repetir frases como esa, alegando que era inocente y que no tenían pruebas de lo contrario sin ni siquiera dejarle hablar. Tenía la sensación de que para la rubia esas dos horas que habían pasado eran como un juego de crímenes. Intentó ir por las buenas una vez más.
-Solo tienes que responder un par de…
-¡Tengo derecho a permanecer en silencio! –lo interrumpió de nuevo ella, riendo un poco después de hablar-.
-¡Déjame terminar de hablar de una maldita vez! –el agente gritó, golpeando la mesa-. ¡Esto no es un juego!
La chica suspiró, cruzando los brazos, y miró a través del grueso cristal de la sala de interrogatorios. Su mirada se cruzó con la de un chico, quien entrecerró los ojos, antes de estallar en gritos al reconocerla. El policía siguió su mirada y vio a su compañera teniendo dificultades en calmar al muchacho. Se levantó de la mesa y abrió la puerta.
-¿Qué pasa? –inquirió el agente-.
-¡Esa tía me rompió la nariz e hizo que mi novia cortara conmigo! –exclamó el chico-.
-¡Empezaste tú tocándome el culo! –se volvió Fionna-.
-¡Ni siquiera fui yo! ¡Fue el tío que tenía al lado! –respondió él, dejando a la rubia pasmada-.
-Tú no… Ooops... Lo siento mucho–se disculpó, arrepentida de verdad aunque no diera esa sensación-. Te pagaré lo de la nariz, si te consuela de alguna forma…
-No, no lo hace –repuso, matándola con la mirada-. Pero más te vale pagarlo.
-Oye, ¿quieres ocuparte tú de la chica, Susan? –le preguntó el policía a su compañera, exasperado-. Yo no he conseguido sacarle nada, aunque ahora tenemos un testigo.
-Claro, encárgate tú de él –contestó ella, pasándole las muñecas del chico-. Se llama Christian.
-Gracias. Venga, vamos.
El agente se lo llevó, dejando a Susan a solas con la heroína. La miró a la cara y también la reconoció enseguida.
-Tú… Tú eres la ex-novia del pirómano –comentó, sorprendida al verla ahí-. ¿Cómo te llamabas?
-Fionna –contestó, contenta de conocer de antes a la policía. Fue muy simpática con ella la última vez que estuvo ahí-. Y tú te llamabas… ¿Susan?
-Así es –asintió, mientras se sentaba delante de ella-. Me pareciste buena chica cuando te conocí. Dime…
-Y lo soy –interrumpió Fionna-. Seguro que estoy aquí por un error, no he hecho nada malo.
-Pero tu coche estaba delante de cierta fábrica y ese chico admitió que estuviste ahí y no lo has desmentido–dijo, sin rodeos-.
-¿Todo este lío es por la fiesta? –preguntó la rubia-. No sabía que ir de fiesta era ilegal…
-Y no lo es. Lo ilegal es ocupar un espacio sin ninguna clase de autorización, vender alcohol a menores y proporcionar drogas –le debatió-.
Fionna lo asimiló con toda la rapidez que pudo, aunque entendió de golpe a que se refería Marshall con lo de alejarse de las agujas. Se sintió tonta por no haberlo relacionado con ese par de películas que había visto en las que salían narcóticos. Respiró hondo y continuó luchando por su inocencia.
-En todo caso deberían castigar a los que lo organizaron o a los vendedores, no a los pobres invitados que fuimos ahí sin saber dónde nos metíamos –Susan suspiró-.
-Tienes razón; pero de todas formas eres una testigo, así que me toca hacerte unas cuantas preguntas –explicó, siguiendo la rutina-. Si eres sincera será todo muy sencillo y te podrás ir a casa sin nada más que una advertencia.
La chica asintió, con una pequeña sonrisa.
-Así me gusta –dijo la agente, aliviada de hacerle un interrogatorio a alguien que sabía que iba a ser honesto-. ¿Consumiste algún tipo de droga?
-¡No! –exclamó, con una mueca de asco-. Son malas.
-Bien… ¿Y alcohol?
-Ehh… Un poquito. Lo que le quedaba al vaso de un amigo… Algo así –con el índice y el pulgar mostró la medida aproximada-. ¿He hecho algo malo?
-No, pero ahora no podrás ahorrarte los análisis -comentó-. ¿Cómo te notaste después de beberlo? ¿Muy alegre de golpe? ¿Tuviste alguna clase de alucinación? ¿Te acuerdas de todo lo que pasó después con exactitud?
-Normal; no; nop; y sí, perfectamente –respondió Fionna con una sonrisa satisfecha-.
-De todas formas, sígueme.

Marshall revisó todo el patio con la mirada por enésima vez. Fionna no estaba por ninguna parte y eso empezaba a ponerlo nervioso. Esta mañana estaba bien, ¿por qué había desaparecido de golpe? Respiró hondo; quizás estaba hablando con algún profesor. Sí. Tenía que ser eso. Por eso no le cogía el móvil. Decidió no llamarla una cuarta vez, entonces. Tampoco quería parecer obsesionado, seguro que tenía una buena razón. Sacó su libreta de la mochila, sabía que lo mejor para quitarse la preocupación de encima sería dejarlo todo en una melodía. Tan enfrascado en su propia música estaba, que no se dio cuenta de que una animadora se acercaba a él.
-¿Qué bultos haces? –a Marshall no le hizo falta levantar la cabeza y mirarla para saber quién era, últimamente había adoptado esa palabra para todo, haciéndola aún más irritante-.
-Nada que sea de interés público –respondió él, sin dirigirle la mirada. Oyó que la chica tomaba aire y contestó antes de preguntar-. No sé dónde está Fionna, no vas a poder sacarme información jugosa.
-A mí no puedes mentirme; o sea, se te ve súper preocupado por ella. ¿Qué hay entre vosotros dos? –inquirió, con una sonrisa elocuente-.
-Amistad –replicó, mirándola ahora a los ojos-.
-O sea, no me trago que solo…
-Pues es lo que hay –dijo, intentando que no se le escapara un deje de decepción en la voz-. Ya te lo he dicho, no tengo ningún chisme para ti.
-Hay algo que no me quieres decir. Lo noto con mi súper sexto sentido –el chico puso ojos de exasperación e intentó ignorarla. Error. Ella entonces prestó atención a lo que hacía-. ¿Y eso?
Antes de que Marshall pudiera decir “Nada.”, Lucy cogió su libreta y empezó a leer con mirada rápida la poesía sin música. El chico le arrancó el cuaderno de las manos, empujándola, antes de que acabara de leer la primera estrofa. La animadora levantó una ceja, con una mueca de asco.
-Me has empujado –comentó-. O sea, no sabes lo que has hecho.
Lucy se levantó, y tomó camino hacia su mesa, dispuesta a investigar sobre ese chico para sacar todos los trapos sucios. Marshall se dio cuenta de que pasaría entonces y empezó a darse golpes en la cabeza con la libreta, repitiendo en su cabeza que había sido tonto de hacer eso. La letra de la canción aún no estaba desarrollada, seguramente solo se hubiera reído un poco de él antes de dejarlo en paz. Aunque no había podido evitarlo, eso era algo privado, suyo. El timbre anunció el paso a las clases, y él se levantó, con los hombros caídos.

Fionna se quedó jugueteando con un bolígrafo mientras esperaba los resultados de los análisis. Hacía ya dos horas que le habían tomado las muestras, pero como esos dos días habían tenido que hacer decenas de ellos, seguía en lista de espera. Ya pasaban de las tres de la tarde, así que consiguió convencer a Susan de que pidiera unas pizzas para comer. A la mitad de ellas, llegaron los resultados.
-Como me suponía, estás limpia –comentó la agente, después de mirarlos-.
-¿Puedo irme a casa ya? –preguntó la chica, después de tragarse el trozo de comida-.
-Claro.
Fionna se levantó con una sonrisa y se dirigió a la puerta, antes de acordarse de algo.
-Oye, no he venido en coche, ¿podéis llevarme, plis?
-¿Llevarte? –la agente rio un poco-. Te tienen que venir a buscar tus padres o tu tutor legal.
-Mis… ¿padres? –la rubia empalideció sin darse cuenta-. N-no pueden, están de viaje de negocios.
-¿Los dos? –preguntó la policía, considerando que eso era bastante triste-.
A falta de voz, Fionna asintió con la cabeza. Se había puesto notablemente nerviosa.
-¿Tienes algún otro familiar que pueda hacerse cargo de ti? –la heroína negó con la cabeza-.
Pues me temo que tendrán que venir ellos.
-Está bien… -Fionna trató de recordar lo que le explicó Penny de sus padres los primeros días-. Supongo que será mejor llamar a mi madre, teniendo en cuenta que mi padre solo viene por mi cumple.
Susan la miró apenada, debía ser duro casi no ver a sus padres siendo aún tan joven. Cogió el teléfono de la policía y le preguntó a la chica el número.
-Me habéis requisado el móvil, seguramente tengo el número ahí –comentó-.
La agente lo cogió y lo desbloqueó, viendo tres llamadas perdidas de un tal “Marshy”. Decidió comentárselo después y entró a los contactos. Llamó desde el teléfono oficial a “Mami”.
-Donna Mertins, al habla.
-Hola, le llamo para comunicarle que su hija, Fionna, se encuentra en comisaría. No se preocupe, no es nada grave; pero necesitamos su presencia y que firme unos documentos para que pueda volver a su casa.
-¿Cómo dice? –respondió, chocada-.
-Le llamo para comunicarle que su hija, Fionna, se encuentra en comisaría. No se preocupe, no es nada grave; pero necesitamos su presencia y que firme unos documentos para que pueda volver a su casa. ¿Necesita que se lo vuelva a repetir?
-No –contestó tajante-. ¿Puede pasarme a mi hija?
-Por supuesto, ahora se la paso.
Fionna, al oír aquello, se puso histérica y empezó a hacerle señas para que se negara. Pero ya era demasiado tarde. Susan se encogió de hombros y le pasó el auricular.
-Hola, mamá –la saludó, con voz trémula, haciéndosele raro pronunciar esa palabra-.
-Fionna Danger, estoy en medio de una conferencia de moda en París. No llegaré hasta mañana. Ya hablaremos en casa.
Y colgó.

Susan, después de mirar durante un rato la expresión de puro terror de la chica, decidió quitarle el teléfono de las manos. Seguía congelada, no sabía qué tenía que esperar. Nunca había conocido a su supuesta madre, y que su primer encuentro fuera una discusión no le resultaba demasiado tranquilizador. La agente miró el móvil y se acordó de las llamadas perdidas. Así se lo dijo, y el rostro de Fionna cambió por completo, a una sonrisa tierna.
-Seguro que está preocupadísimo por mí…
-¿Es tu novio? –preguntó la policía, considerando conveniente darle un tema de conversación-.
-¿Qué? No… Es mi mejor amigo –le aclaró, aprovechando para repetírselo a sí misma-. ¿Puedo llamarle? –preguntó, con mirada suplicante-.
-No debería dejarte… -Fionna continuó mirándola con ojitos tiernos-. Da igual –dijo, después de un suspiro-, pero sé breve –concluyó, tendiéndole el aparato-.
-¡Gracias! –exclamó, con una sonrisa deslumbrante-.
Fue a contactos y llamó a Marshall. Esperó, impaciente a que él descolgara el teléfono. Pero se quedó con una expresión decepcionada cuando le saltó el contestador. Ya había acabado el instituto. Supuso que aún estaba camino a casa y decidió llamarlo luego. De pronto una voz resonó en su cabeza: “Ya hablaremos en casa.” ¡Maldita sea! Si su madre llegaba a casa y descubría que había invitado a un chico a vivir ahí iba a matarla e iba a echarlo. No podía dejarlo colgado, tendría que volver con su madre y no iba a volver a verlo. Puso a su mente a pensar una solución lo más rápido que pudo, y se le ocurrió una idea a pesar de los nervios. Le preguntó a Susan, quién miraba la puerta para saber si llegaba alguien, si podía llamar de nuevo. La agente se lo permitió, pero le volvió a repetir que debía ser breve, ni sus compañeros ni su jefe podían descubrir que le había dejado.
-¿Fionna? –la voz del chico sonaba preocupada-. ¿Te encuentras bien?
-PG, escúchame, tienes que hacerme un gran favor. No te pediré nada más si no quieres, pero tienes que prometerme que esto lo harás –le pidió, hablando lo más rápido que podía-.
-¿Dónde estás? ¿Qué te pasa? –Gumball se estaba preocupando aún más con el tono suplicante de la chica-.
-En comisaría; y no te preocupes, estoy bien –respondió, antes de coger aire para volver a hablar-. Pero no tengo mucho tiempo así que por favor promete que me ayudarás con esto –un silencio indeciso sonó en el otro lado del teléfono-. Por favor –insistió ella-.
-De acuerdo… Te lo prometo –se rindió él, con una sonrisa al escuchar un suspiro de alivio de Fionna-. ¿De qué se trata?

Patrick aparcó delante de la mansión de su ex-novia, aún sin saber por qué había aceptado. Sin duda la rubia era más lista de lo que parecía; si no le hubiese hecho prometer que lo haría antes de explicárselo, hubiese costado más convencerle y Fionna no hubiera tenido tiempo suficiente. Salió del coche y cogió la llave de debajo de la alfombrilla, donde la chica le había dicho que estaría. Abrió el portalón y se dirigió a la habitación de Marshall, sin darse cuenta que Cake lo había visto y empezaba a seguirlo. “El tercer cuarto después del mío.” Le había aclarado ella. La puerta estaba cerrada, y se tomó la confianza de entrar sin llamar a la puerta. Fionna tenía razón, él estaba dentro, con el bajo y con Schawelle. La brusca entrada del quarterback lo asustó, aunque consiguió disimularlo.
-Podrías llamar antes de entrar, ¿sabes? –fue su saludo, tajante-.
-Buenas tardes –saludó PG, sarcástico -. Yo también me alegro de verte.
-Fi no está; no pintas nada aquí -contestó-.
Gumball miró la habitación con curiosidad y se dirigió al armario.
-En realidad me ha enviado ella –dijo, abriendo las puertas y entrando-. Un poco grande para tan poca ropa, ¿no crees?
-¿Has hablado con ella? ¿Dónde está? –preguntó, sin importarle que husmeara entre sus cosas mientras le respondiera que le había pasado-.
-En comisaría –respondió, sincero. Encontró la maleta del chico de pelo negro y la abrió, mosqueando un poco a su dueño-. Y no te preocupes, está bien. O al menos me ha dicho eso.
-Deja eso en su sitio –le ordenó, ahora que sabía que su amiga no estaba en peligro-. Es mío.
-Fionna me ha dicho algo más –empezó, ignorando a Marshall y captando su atención de nuevo-; te echa de casa.
-¡¿Qué?! –exclamó él, incrédulo-. Fi no haría eso. No me dejaría en la estacada.
-Claro que no –contestó Patrick, empezando a tirar la ropa del bajista en la maleta, confundiendo al chico-. Por eso se ha encargado de que prometiera dejarte vivir en mi casa antes de explicarme que pasaba.
-Pero yo no quiero…
-Marshall Lee, no seas crío –lo interrumpió-. Yo tampoco quiero, pero se lo he prometido. Si prefieres buscarte un hotel, me harías un favor. Aunque no puedes estar aquí. Eso me lo ha dejado muy claro.
El chico se sentó en la cama, mirando como todas sus pertenencias volvían a cambiar de sitio. Estaba muy a gusto en esa casa, y con Fionna. No quería volver a mudarse, mas seguro que la rubia tenía una buena explicación. Le dolía un poco que hubiera llamado a Gumball antes que a él.
-Oye, Bubba, ¿sabes por qué…?
PG se giró bruscamente y lo mató con la mirada.
-No me llames Bubba –ordenó, cerrando fuertemente la maleta-.
-¿Te molesta? –contestó, con una sonrisa divertida-. Patrick Bubba Gumball…
-Oye, puede que casualmente no tenga más habitaciones libres y tengas que dormir en el jardín como vuelvas a llamarme así –comentó, antes de tirarle la maleta, derribándolo en la cama-. Vamos.
Marshall se levantó lentamente, riendo por lo bajo y colgándose el bajo. Schawelle lo siguió, sin necesidad que su dueño le dijera nada. Salió de la habitación y vio a Patrick cogiendo a Cake, con una pequeña sonrisa. Supuso que Fionna también le habría pedido que la cogiera, y caminó hasta acabar a su lado.
-Oye, ¿tú por qué le haces tantos favores a Fi? Es tu ex-novia; no tendrías que llevarte tan bien con ella…
-¿Me equivoco si pienso que crees que quiero llevármela a la cama? –contestó, calmado-.
-No –Gumball puso ojos de exasperación-. Oye, no pongas esa cara. No hay razones para que sigas siendo su amigo, teniendo en cuenta que ahora ella no es una animadora.
-A ver, ¿no puedo ayudar a una amiga sin querer nada a cambio? –se quejó, harto. Marshall no era el primero que le había insinuado eso-. Además, Fionna ha cambiado drásticamente en muy poco tiempo. Se comporta como una niña. Es muy graciosa y muy mona, pero no puedo evitar verla como la hermana pequeña que nunca tuve. Y no le haría esa clase de cosas a una hermana -explicó-. Fue divertido salir con ella, por entonces era capaz de comportarse como una verdadera mujer. Pero ahora… Tranquilo, tienes pista libre, ya no me atrae de esa forma.
El chico de pelo negro se sorprendió ante tanta honestidad, y no pudo evitar sonrojarse un poco al oírle mencionar que sentía algo por ella. Ni siquiera él estaba seguro de que era, así que prefirió no negarlo. Lo siguió en silencio hasta el aparcamiento. Su coche al lado del de Patrick parecía un montón de chatarra, igual que con los de Fionna. Suspiró al dejar su maleta en los asientos traseros y mirar una última vez a la mansión que había sido su hogar durante escasas semanas antes de seguir a Patrick hasta su casa.

Fionna le suplicó a Susan pedir otra pizza para cenar, pero esta vez no pudo dejarle y le dieron el mismo tipo de cena que a los demás acusados que se habían tenido que quedar ahí, la rubia ni intentó averiguar que era, se lo comió lo más rápido posible. La agente intentó conseguirle también una celda para ella sola, no se fiaba de juntar alguien tan inocente como ella con unos criminales cualquiera durante toda la noche. Al final solo consiguió que compartiera habitación con otras dos chicas que habían dado limpio los análisis. Fionna se dirigió a su dormitorio de esa noche, cuando reconoció los rostros.
-¡BooBoo! –exclamó, alegre-.
Las gemelas la saludaron a la vez, también con una sonrisa. Entró en la celda mientras Susan miraba extrañada como se sentaba en la cama que no era litera y empezaba a charlar con ellas animadamente. La rubia les preguntó dónde estaba el resto del grupo, y las chicas le dijeron que ellos habían conseguido escapar. Fionna les explicó que a ella le habían pillado por el coche, y que Marshall se había librado por eso mismo. Poco después la conversación se convirtió en una pequeña recopilación de momentos de cuando el chico estaba aún en el grupo y gastaban bromas juntos.

Marshall apenas tocaba la comida, a pesar de lo bien que olía. En la sala reinaba un silencio bastante incómodo, tan solo interrumpido de vez en cuando por los maullidos de Cake y de Schawelle, y por el sonido de la cubertería de plata rozando los platos. En algunas ocasiones el chico de pelo negro había tratado de empezar una conversación, pero Patrick respondía con frases cortas que no daban paso a otra frase sin hacer el momento aún más fatigoso. Le fastidiaba mucho que su antiguo amigo se comportara tan distante, ni siquiera le daba pie a hacer bromas para relajar el ambiente. Schawelle se restregó entre sus piernas y Marshall le dio la mitad de su plato, aunque Cake enseguida se lo comió antes de que la gatita blanca pudiera comer más que un bocado. El chico rio, y Gumball puso ojos de exasperación. Se llevó a su gata al regazo y la acarició un poco, causando que ronroneara. No tardó ni dos minutos en quedarse dormida. Peppermint Maid entró en la sala, y recogió los platos.
-¿No le ha gustado la comida, señorito Lee? –la formal pregunta lo confundió por unos segundos-.
-Estaba muy rica, pero no tengo apetito –explicó-.
-Entiendo… -murmuró la señora-.
-Oh, y llámame Marshall. No me pega la formalidad.
-Como usted desee, señ… Marshall –él sonrió mientras la Maid se volvía a la cocina-.
-¿Siempre tienes unas cenas tan silenciosas? –le preguntó a Patrick, en un último intento de aliviar la tensión-.
-A veces comento el día con Peppermint Maid –contestó-.
-¿No se te hace raro? -insistió-.
-No –fue lo único que dijo-.
Se levantó de la silla, listo para irse al laboratorio.
-Buenas noches –dijo Gumball antes de dar media vuelta-.
-Joder, Bubba, no te recordaba tan soso.
El quarterback se quedó quieto al oír de nuevo como lo llamaba.
-No me llames Bubba -repitió-.
-Ya estoy instalado en la habitación, y Fionna se enfadará contigo si me dejas fuera –replicó, con una sonrisa triunfal-. ¿Cómo vas a evitarlo?
-Tienes razón, ¿pero sabes que hay mil bromas que hacerle a alguien mientras duerme? Como, no sé, cortarle el pelo –dijo, mirándolo con el mismo tipo de sonrisa que antes había habitado el rostro de su antiguo amigo-.
Se llevó las manos a la cabeza.
-No te atreverías… -dijo Marshall-.
-Si vuelves a llamarme Bubba, sí lo haré.
Tuvieron una pequeña lucha de miradas antes de que Peppermint Maid irrumpiera en la habitación de nuevo. Gumball le deseó irónicamente dulces sueños, antes de decirle en voz baja a su sirvienta que impidiera que lo viera irse al laboratorio. La mujer asintió y le dijo a Marshall que lo acompañaba a su habitación. Cuando él estuvo ahí, cerró la puerta y miró si el móvil estaba cargado. Una llamada perdida apareció y él suspiró con una sonrisa. Esperaba poder verla al día siguiente.

Fionna se despertó con la espalda adolorida. Sin duda ese colchón solo podía ser comparado al sofá de Marshall. Se incorporó y bostezó. Se habían ido a dormir tarde esa noche, y el tema principal había sido “su novio”. La verdad es que no sabía que podía mentir con tanta naturalidad, BooBoo habían hecho un montón de preguntas sobre su relación y ella se había tenido que inventar más de la mitad. Se estiró un poco, deseando que no faltara mucho para poder irse de ahí. Miró el reloj en los barrotes; ya eran las diez pasadas. Se sentó en la cama, jugueteando con un mechón de su pelo y pensando en nada. Susan fue a avisarla de que su madre había llegado, y salió de la celda despidiéndose de las gemelas, que se habían despertado al oír el chirrido de la puerta. Caminó junto a la agente hasta el recibidor, donde vio una atractiva mujer hablando por teléfono en un idioma desconocido para ella. Al ver que era la única persona ahí hizo un gesto para saludarla. La desconocida la vio de reojo y se despidió del interlocutor, antes de levantarse con estilo y cerrar el teléfono. Fionna abrió los ojos más de lo que le hubiera gustado, pero era normal, no se hubiese imaginado a su madre así. Su pelo rubio platino estaba cortado justo por la mandíbula, con un revuelto de peluquería, unas gafas de sol de mosca no le dejaban ver el color de sus ojos, pero no le hacía falta para saber que su mirada podía atravesarte. Llevaba una gabardina beige hasta la mitad del muslo, que marcaba su cintura de avispa y la estilizaba aún más. Unos pantalones ajustados de color avellana y unos botines a juego con su bolso. Su mano, con la manicura francesa perfecta, bajó las gafas para volver a mirar a su hija de arriba abajo. Sus ojos pardos la escrutaron entera de nuevo, antes de que la chica sonriera un poco y la saludara tímidamente.
-Dios mío, Fionna –pronunció entre sorprendida y horrorizada-. ¡Qué gorda te has puesto!
Hoooolaaaa!!

Sí, lo he colgado el domingo, pero es lo suficiente largo como para que no me sienta mal.

Además... os he dado un capítulo jugoso, no me digais que no... ¬w¬

Vale, Christian no estuvo programado, pero me pareció que en la Tierra también tenía que estar, no? XD! Pobre...

Y sí, Fi sabe lo que son las drogas, pero no se había dado cuenta de que se refería a eso...

Y sí, Patrick B(ubba) Gumball es algo diferente al príncipe, pero bueno, al fin y al cabo han crecido de formas diferentes, no?

Más de una persona me había pedido que incluyera a los padres de Fionna y me había escapado de responder que ya lo había pensado! XD! Aquí está la madre, que os parece? Bueno, podéis venirme diciendo que en la serie cuando "Finn the Human/Jake the dog" eran diferentes pero... al fin y al cabo es un fanfic, y que la madre sea ex-modelo, crítica y diseñadora de moda me lo inventé en los primeros capítulos. Así que.... Aquí está!!
El nombre de Donna lo escogió mi hermana, y para su marca (Donna Mertins) utiliza el apellido de soltera, de ahí que Fionna sea Fionna Danger, como su padre... (sí, esto me lo he sacado un poco de la patilla, pero... cuando tuve que ponerle apellido no se sabía el apellido de Finn) ^^
Oh, y Fionna no es que esté gorda... Está perfecta, pero siendo su madre ex-modelo... Que se le va a hacer, no está como las chicas de las revistas llenas de photoshop

Siento haberos hecho esperar!

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Alexa842's avatar
Me encanta el fic desde q empecé a leerlo no he parado de leerlo y no me puedo imaginar bien a la mom de Fiona