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Espejo, cap. 68

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blackandwhitesisters's avatar
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Espejo, cap. 68

En Aaa…

Ashley sonrió confiada al darse cuenta que Fionna no se acordaba de ella. Era imposible que no la reconociera, así que era la única posibilidad. Su momento había llegado. Podría vengarse al fin de Marshall y de ella a la vez, pero primero tendría que ganarse su confianza… El golpe duele más cuando te apuñala alguien en quien confías.
-Ashley… -dijo ella, pensativa-. Oye, ¿por casualidad no conocerás a Marshall Lee? –preguntó cuando esa idea cruzó su mente-.
Era su oportunidad de oro. No iba a desperdiciarla contando la verdad.
-Marshall Lee… Marshall Lee… -Hizo como si no consiguiera recordar algo-. ¿Es famoso o algo? Me suena su nombre…
-Es el Rey de los Vampiros –contestó, con una medio sonrisa. No era “esa” Ashley, sería demasiada coincidencia-.
-Oh, claro… He oído hablar de él… -dijo, sentándose y empezando su desayuno-.
La curiosidad dominó a la rubia por unos instantes.
-¿En serio? ¿Qué dicen? –la bruja continuó comiendo un poco, incrementando la expectación de la muchacha-.
-Que atrae a las chicas haciendo ver que no es peligroso, diciendo que come rojo o algo así, para después torturarlas y comérselas cuando están desprevenidas… Ya sabes, lo típico que puedes esperarte de un vampiro. Y supongo que, siendo el rey, debe de ser especialmente cruel –después la joven se echó a reír-. ¿Te imaginas a alguna pobre ingenua creyendo que un vampiro puede alimentarse de rojo? Hay gente que se cree cualquier cosa…
La bruja continuó comiendo, viendo en la palidez del rostro de la rubia que había dado en el clavo.

Los pensamientos de Fionna vagaban desde el “¿Y si Marshall solo quiere comerme?” al “No, tonta, si hubiera querido tu sangre ha tenido mil oportunidades…”, la desconfianza volvía a aparecer, se volvía a intentar relajar y creó un pequeño bucle que la dejó intranquila. “Ashley tiene razón… Un vampiro no puede alimentarse solo de rojo…” La humana decidió cambiar de tema.
-¿Quién… quién era el demonio que te perseguía? –dijo, reflejando sin querer su inquietud en el tono de voz-.
-Oh, tan solo un cliente rencoroso –confesó, aguantándose una sonrisa de victoria-.
-¿Cliente? –preguntó curiosa, esforzándose por mantener el tema de Marshall escondido-.
-Verás, es que soy hechicera –respondió, inocente-. Sé algo de magia y preparo pociones u objetos con alguna cualidad para venderlos en el mercado negro. Qué quieres que te diga, los únicos interesados en comprar magia están ahí –explicó, como si le pesara, al ver la cara de desconcierto de Fionna-. Bueno, el demonio ese no prestó atención a las instrucciones de lo que tenía que hacer, giró un par de pasos y… ahora su mujer está muerta. Pero no es mi culpa que no me escuchen –añadió, indignada-.
Mientras Fionna pensaba en lo que la joven desconocida podía haber causado, Ashley acabó el desayuno y miró el reloj.
-Ha sido un placer haberte conocido, Fionna, pero creo que debería irme ya. Mi casa está algo lejos –se despidió, levantándose-.
La heroína fue a preguntar si quería que la acompañase, cuando la joven vio una fotografía.
-¿Y la gata quién es? ¿Tu mascota? –preguntó al darse cuenta que Cake no estaba en casa-.
-En realidad es mi… compañera de piso –concluyó, sin encontrar otro adjetivo que lo reflejara mejor-.
Ashley se sorprendió, tenía entendido que eran “hermanas”, pero no lo consideró importante.
-¿Y cómo es que no está aquí?
-Está en una misión. Volverá dentro de una semana –contestó, sin pensar que no debería darle esa información a desconocidos-.
La bruja no supo que contestar, pero la idea de tener a la chica que le impidió volver con Mar Mar sola una semana en casa iba a hacer la venganza mucho más sencilla. Continuó mirando la habitación; había sufrido un gran cambio desde que ella vivía ahí. Casi pudo sentir algo de nostalgia, cuando vio unas cuantas espadas colgadas.
-Oye, Fionna, ¿podrías dejarme una de esas? No sé si me volverán a atacar de camino… -pidió, fingiendo preocupación-.
-Si quieres ya te acompaño yo –dijo, cogiendo una de las espadas-.
-¿De verdad? Muchas gracias –se lo agradeció Ashley, poniendo su mejor sonrisa-.

Tendrían que darle un Óscar. La humana había caído de lleno, no sospechaba nada. En realidad, creía que incluso le había caído bien.
“Toma, si te vuelven a atacar, llámame y les daré una paliza.”
Sin duda, la muy inocentona creía que podrían ser amigas. Pero no había nada malo en hacérselo creer. En realidad, iba a esperar un tiempo antes de apuñalarla, y para eso le iba mejor que ya lo creyera. Tenía una semana en la que podía quedar con ella sin preocuparse de la gata. Sería coser y cantar.

Fionna pasó el domingo paseando y ayudando cuando podía a algún pobre animalito. De vez en cuando se acordaba de la “noche de tíos” y no podía evitar reírse sola, a pesar de las miradas  extrañadas de los animales. El sol obligó a la humana a entrecerrar los ojos al mirar al cielo, pero de repente unas nubes la dejaron ver con claridad. Miró con curiosidad qué podría traer el mal tiempo tan de repente, y vio un punto azul con cabello blanco dirigiéndose a Chuchelandia. La heroína suspiró y corrió hasta llegar a la escena del rapto. Gumball intentaba defenderse en vano, con manos y pies congelados. Al verlo, el recuerdo de la noche anterior volvió a su memoria y no pudo evitar unas carcajadas que molestaron a la Reina Hielo en su intento de besar al príncipe.
-¿De qué ríes, marimacho? –preguntó la reina, enfadada-.
Bubba resopló, sabiendo a que se refería la risotada de humana.
-¿Aún sigues con eso? –Preguntó fastidiado-.
La chica respiró hondo y consiguió cambiar la risa por una sonrisita irritante.
-Os lo advertí, tengo material para el resto de mi vida –dijo antes de esquivar un rayo de hielo-. ¡Hey! ¡¿Qué pasa contigo?!
-¡Yo también quiero reírme! –exclamó como una niña cuando se siente excluida-.
Gumball puso ojos de exasperación y Fionna sonrió intrigada.
-¿Quieres saberlo? Bien, por mí perfecto –dijo, acercándose a ella-.
La cara del príncipe reflejó desconcierto y vergüenza anticipada.
-No… Fionna, no. Marshall te matará y lo sabes. Para. No te acerques más… -casi suplicó mientras la heroína iba casi saltando-.
Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la vieja como para susurrarle la razón de sus carcajadas en la oreja, le quitó la corona y le dio una patada baja que la desequilibró y consiguió hacerla caer. Fionna, con la tiara en la mano, puso un pie encima de sus costillas. Rio victoriosa y miró al congelado Gumball.
-¿Tenéis una cárcel por aquí?

La humana estuvo tentada de darle un golpe que le hiciera perder el conocimiento a la Reina Hielo, que no paró de gritar y revolverse durante todo el camino hasta su prisión. Una vez dentro, empezó a exclamar que exigía que la corona le fuera devuelta. Fionna hizo oídos sordos y salió del edificio para encontrarse con el príncipe.
-¿Nunca la habíais encerrado antes? –preguntó-.
Gumball negó con la cabeza. Ante la interrogativa sobre el motivo, él solo se encogió de hombros. La heroína supuso que pensarían que volvería a escaparse. El príncipe le propuso quedarse a comer y descansar un poco y ella, sin dudarlo, aceptó. Aunque después de comer tanto dulce de golpe no pudo evitar estirarse en un sofá de nubes de azúcar para descansar un poco su estómago. El olor de caramelo del lugar se juntaba con las náuseas y le dijo al príncipe que iba a retirarse a su casa porque no se encontraba demasiado bien. El chico lo entendió, pero le pidió la corona de la Reina Hielo antes.
-No, está encarcelada aquí; si se escapa para buscar la corona, no lo tendrá tan fácil.
Sin dejarle discutir, le dio un beso en la mejilla y se despidió.

Marshall miró su inexistente reflejo. Sabía que Fionna se iba a reír de él si aparecía, pero aun así tenía ganas de verla después de una semana discutidos. Ya estaba anocheciendo, así que estaría en casa. Además, tenía la excusa de que tenían que recuperar clases. Se despeinó, se puso su chaqueta de cuero y salió armado con el bajo. La luz que se veía en el cielo era tan débil que no podía quemarle y el voló tranquilo hasta casa del árbol. Había una luz encendida. Se puso invisible y entró silenciosamente por la ventana del comedor. La chica ya no utilizaba el pijama rojo, llevaba una camiseta blanca unas tres tallas más grande y unos shorts. El vampiro no pudo evitar una media sonrisa, sin duda ese simple pijama le quedaba más sexy que el anterior. Estaba en la cocina, mirando los espaguetis, desganada, mientras los revolvía con el tenedor, sin intención de moverlos de ese plato. Marshall voló hasta detrás de ella y le susurró en el oído:
-No deberías jugar con la comida, nena.
El chico ya había esperado que se sobresaltara, pero la reacción de la chica fue mucho más exagerada. Con un grito dio media vuelta y, con el tenedor como única arma, apuntaba en todas direcciones, claramente asustada. Él no pudo evitar reír y se hizo visible. Pero eso no relajó a Fionna.
-N-no vuelvas a hacerlo –le exigió-.
Marshall pudo observar que la rubia temblaba gracias al tenedor que lo apuntaba. Levantó las manos arriba en señal de rendición, preguntándose porque estaría tan alterada. Ella suspiró y dejó el arma en la mesa tras apoyarse en ella. La chica miró la cena, la cogió y se dirigió a la basura cuando el vampiro la paró.
-¿Vas a tirarlo? –preguntó, extrañado-.
Ella asintió.
-No tengo hambre.
-Al menos deja que le quite el rojo a la salsa de tomate. Me muero de sed.
Esas últimas palabras hicieron que Fionna le tendiera el plato demasiado rápido. Él la miró extrañado mientras ella se iba de la habitación, bebió el rojo y tiró los espaguetis. Se la encontró sentada en el sofá respirando hondo para relajarse. Dejó el bajo apoyado en la pared y flotó a su lado, esperando que ella empezara. La humana lo miró nerviosa un par de veces, respiró hondo de nuevo, y pronunció la pregunta que se había instalado en su cabeza.
-Marshall, ¿tú solo te alimentas de rojo o…? –paró de hablar, aunque fue más que suficiente para entender a que se refería. El vampiro no pudo evitar reír-.
-Por eso te he asustado tanto, me has pillado miedo –dijo, aún sin podérselo creer-. ¿La niñita buena le teme al vampiro malo?
Fionna negó con la cabeza, sin poder acabar de fingir que no estaba inquieta.
-Que va, solo curiosidad…
El chico paró de reír y la miró con una sonrisa felina. Empezó a acercarse a la humana, causando su retroceso y que acabara medio estirada en el sofá con él levitando encima.
-Fionna, si lo único que quisiera de ti fuera tu sangre, ya estarías muerta –dijo con una sonrisa que le produjo un escalofrío-.
Ella quería apartarlo, pero tan solo se quedó encogida en si misma, apenas respirando. Unos cuantos segundos más tarde de lo que le hubiese gustado, la chica consiguió hablar.
-No has respondido mi pregunta.
Marshall transformó su macabra sonrisa por otra más tierna.
-No suelo beber sangre, me gusta más el rojo. Y sí, puedo alimentarme sola y exclusivamente de rojo si quiero. ¿Mejor?
La rubia respiró un poco más tranquila y apartó al vampiro con una sonrisa inquieta y algo de rubor en sus mejillas. Él suspiró y señaló el bajo.
-He venido por las clases.
-Oh, claro.
Hola!!

Sí, la inspiración si que ha llegado para este cap.... La inspiración viene y va como le da la gana.

Intentaré tener el 67 para este fin de semana... Pero es eso, intentaré... espero que lo entendáis...

Y SÍ! LA PERRA DE ASHLEY HA VUELTO!
No os ha dado tiempo ni de echarla de menos, eh?
Personalmente, a mi el personaje de Ashley siempre me ha gustado mucho. Quizás por eso la mimo tanto y le pasan cosas buenas (como que Fi la salvara) sin que realmente se las merezca...
OH, WELL.

Y sí, nunca, NUNCA he entendido por que no meten a la cárcel al Rey Hielo... Es así de fácil y pum, no más raptos durante una bueeeeeeeeeeena temporada. NOOOO... vamos a dejarlo en libertad... seguro que se arrepiente y no secuestra más princesas...

Pobre Fi... La mala de Ashley te ha metido desconfianza en la cabeza?

Bueno, estoy cansada y tengo ganas de colgarlo, así que no pondré imagen...

Hasta otra!

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Alexa842's avatar
Ashely maldita hija de **** es una *****
la voy a matar:fridaythe13th