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Espejo, cap. 82 (Completo)

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Espejo, Cap. 82

En Aaa…


-¿De verdad creías que no me enteraría? –preguntó la mujer, imponente-.
-¿Cómo…? –empezó la chica, extrañada por que creyera que estaba con su hijo-. ¿Se lo ha contado Marshall?
-¡Ojalá! Me he enterado a través de mis súbditos, que se enteraron en una fiesta… -Fionna lo entendió todo entonces. Iba a hablar para aclarar las cosas (no quería poner a su amigo en una entrecruzada con su madre), pero ésta continuó-. ¿Tú crees normal que mi hijo no me diga esa clase de cosas? Me perdonó bastante por lo de las patatas cuando me disculpé; ¡pero sigue sin confiar en mí!
La madre del Rey de los Vampiros se dejó caer en la cama de la humana, sorprendentemente abatida. La rubia se sentó a su lado y la miró. Le sabía mal que Marshall se llevara mal con su madre, así que, aunque nadie se lo había pedido, intentó ayudar.
-Seguro que confía en ti; quizás tan solo no ha encontrado el momento, o quizás no te lo ha dicho por que no…
-No lo entiendo, de verdad –interrumpió-. ¿Qué necesito hacer para que mi hijo me preste un poco de atención?
-Bueno, si lo que quieres es que pase tiempo contigo, queda con él para hacer algo que os guste –sugirió la chica-.
-Lo haría, pero no tenemos los mismos intereses –se quejó ella-. No vendría si lo invitara a torturar almas o algo así.
-…Puedes intentar hacer algo menos… malvado. Algo que le guste más –dijo la humana, intimidada de pronto. Si el hobbie de “su suegra” era ese, tenía que ir con mucho cuidado con lo que decía y caerle bien-.
-Le gusta hacer cosas malvadas, él lo es. Por algo es mi niño –decretó, orgullosa-. Pero no quiere pasar ratos madre-hijo.
Fionna se permitió la duda de si decía que Marshall era así porque lo conocía bien o si era “amor de madre”.
-Bueno, quizás podéis hacer algo que hacíais cuando él era pequeño, no sé, aunque sea pasear por un parque.
-Me extraña que mi monstruito no te lo haya contado –la rubia se tuvo que aguantar la risa al oír el apodo que había utilizado-. No estuve demasiado… presente en su infancia –admitió, sin ninguna expresión visible-.
-Entonces es más difícil… ¿Y dices que ya te has disculpado? –comentó, pensativa-.
-Sí, estaba delante de ti.
“Mierda.” Pensó Fionna, mientras inventaba una respuesta convincente. La situación la había pillado desprevenida, no tenía ni idea que la antigua heroína de Aaa también conociera a la madre de Marshall. Tardó más de lo que le hubiera gustado en contestar.
-Quizás no fue suficiente –intentó que sus palabras sonaran decididas, pero no pudo evitar que se le escapara un deje de interrogación en el tono-. Me lo pones difícil para aconsejarte, yo tampoco sé demasiado de discusiones de este tipo… -desvió enseguida la atención, para que no se notara que se estaba poniendo nerviosa-. Siempre me he llevado bien con mi madre.
-Oh, ¿es que tú tienes madre?
La pregunta dejó sin palabras a la chica. De nuevo se quedó en blanco, pensando una respuesta. Iba a decir que sí en un principio, pero se dio cuenta de que, en ese lugar, era huérfana. No podía coger y llamar a su madre, o enterarse de cómo le estaba yendo a través de las noticas del corazón. Estaba tan acostumbrada a vivir sin ella que no se había percatado de su ausencia. La mujer demonio que estaba sentada a su lado se dio cuenta de que su falta de sutileza había creado un ambiente bastante incómodo que se iba incrementando por momentos. Los pensamientos de la humana podían leerse claramente en su rostro, hasta que por fin se decantó por una respuesta.
-Supongo que… no. No realmente.
La rubia dirigió su mirada al suelo al decir eso, y la madre de su amigo empezó a mirar nerviosamente toda la sala. A los pocos segundos, se levantó de golpe, cortando la tensión y sobresaltando a la muchacha.
-Bueeeeeeeeeno, yo tengo trabajo que hacer en la Nochesfera. Creo que me voy ya.
-Entiendo. Hasta otra –contestó, aún chocada por la brusca despedida-.
La mujer paró secamente en la abertura en llamas y se giró una última vez hacia la mortal.
-Una cosa más, niña –dijo, seria-. Si por casualidad le haces daño a mi pequeño…
Sin acabar la frase, su cara se partió por la mitad y, de dentro, surgieron unos tentáculos, órganos internos y otras cosas desagradables medio flotando en una mueca que perseguiría a Fionna en sus pesadillas durante mucho tiempo. Acto seguido se marchó, dejando el eco de una risa malvada en el aire. La humana tardó unos minutos en recuperarse del estado de shock en el que se había quedado y, cuando lo hizo, se percató de que BMO estaba escondido debajo de la mantita de Cake. Con una sonrisa tierna lo destapó, y le dio unos toquecitos en la pantalla para que se conectara de nuevo. Así lo hizo, aun rodeando sus piernecitas con los brazos y con la corona del tesoro tapándole un ojo.
-¿Se ha ido? –preguntó, con la voz temblando de miedo-.
La chica asintió dulcemente, y le puso bien la tiara. La consola suspiró de alivio. Al acordarse del botín, decidió que lo mejor sería distraerse y empezó a buscar el colgante que tanto había captado su atención anteriormente. Empezó a buscar el collar en vano. Cada vez estaba más extrañada, una esmeralda de tal tamaño no debía ser tan difícil de encontrar. Intentó acordarse de donde la había dejado, y se fue al lugar de donde había visto entrar al demonio. No estaba ahí. Se volvió hacia BMO.
-¿Has cogido mi collar?
-No –negó la videoconsola, aparentemente horrorizada de que pensara eso-.
-Qué raro –divagó la chica-. Estaba justo aquí cuando ha venido la madre de Marshall…
Al acabar de decirlo se hizo la luz de golpe en su cabeza. La mujer se había agachado más de lo necesario a la hora de levantarse, y ese gesto que no había tenido nada de particular unos minutos antes, ahora era especialmente sospechoso. Rebuscó un poco más por la habitación con la ayuda de BMO antes de hacerse a la idea.
-¡Me ha robado!


Marshall distinguió una silueta conocida sentada en el portal de su casa. Fue a preguntarle que hacía ahí casi al amanecer, cuando vio que la humana estaba dormida. ¿Se habría dormido esperándole? Eso era bastante tierno. Seguro que quería comentarle algo importante, pero prefirió no despertarla, así que la cogió en brazos y la entró en su casa. Se quedó en blanco al acordarse de que no tenía habitación para invitados, y que su sofá no era precisamente apto para descansar. Subió a su habitación y la dejó en su cama, mientras improvisaba un lecho al lado del suyo con cinco edredones como colchón y unos cuantos cojines. La verdad es que nunca había creído que fuera a utilizar esas mantas, pero al final le habían ido bien y todo. Se volvió hacia la rubia, y se quedó embobado durante un segundo. El gorro se le había desabrochado, y su pelo dorado se revolvía a su alrededor. Le apartó un mechón que le cubría los párpados, y pudo ver la expresión tranquila de su sueño. Parecía un ángel…. Pero estaba en la cama equivocada. Sin remordimientos la empujó hasta el borde y la chica cayó en los edredones, sin desvelarse. Marshall sonrió al ver que seguía dormida y se acomodó. La cama del rey era la cama del rey por algo.

Fionna abrió los ojos lentamente y bostezó. Al desperezarse, su brazo derecho chocó con el colchón de Marshall Lee. Al darse cuenta de que no estaba en la entrada se situó tan rápido como su adormilado cerebro le permitió. Cuando se percató de quién dormía en la cama y quién en el suelo, asomó su cabeza para confirmarlo y vio a su amigo flotando en sueños. Eso aún la indignó más. ¿Él volaba y ella se tenía que quedar en el suelo? Ni hablar. Se puso de rodillas y dejó caer su cuerpo sobre el del vampiro, pretendiendo moverlo hacia un lado; mas el rey descendió lentamente ante el peso de la humana. La chica se sorprendió y se apartó de inmediato. Al momento, el no-muerto volvió a flotar, quedándose en la misma altura de antes. Conteniendo una risita, la rubia volvió a bajarlo, esta vez haciendo fuerza con los brazos. Cambió su centro de gravedad varias veces, hasta que en un movimiento brusco, Marshall le agarró la muñeca y abrió los ojos, matándola con la mirada.
-Basta –ordenó él, completamente serio-.
-Oh, por fin te despiertas. Marsh, tenemos que hablar.
Al oír la mítica frase, el chico supuso que estaba tomándole el pelo y se giró.
-Déjame dormir -gruñó-.
-Es sobre nuestra relación –continuó ella, exagerando un poco el tono-. Mira, te quiero, pero tu madre me agobia mucho. No sé si voy a poder soportarla como suegra…
Él se giró y la miró extrañado.
-¿Mi madre?
-Sí, vino anoche, preguntándome si “era lo bastante buena como para salir con su hijo”–contestó, sincera-.
El vampiro se tapó la cara con las manos y profirió un gruñido de fastidio. No podía creérselo.
-¿Te dijo algo más? –quiso saber-.
-Después empezó a hablarme sobre que ya no confías en ella, que es increíble que se tenga que enterar de estas cosas a través de sus súbditos… Cosas así.
-Por favor, dime que lo desmentiste –casi suplicó, entendiendo entonces por qué su madre creía que estaban juntos-.
-No pude, no me dejaba hablar.
Marshall volvió a enterrar su rostro, esta vez con una almohada. Qué desastre.
-Por cierto, ¿por qué me has tirado al suelo? –preguntó; en parte para cambiar de tema, en parte por qué estaba algo enfadada con él por eso-.
-Solo yo duermo en mi cama –dijo, haciendo énfasis en su persona-.
-Venga ya, yo también quiero dormir ahí –se quejó de forma infantil-. Es súper cómoda.
-Soy un rey. Los reyes no duermen en el suelo -rebatió-.
-Es suficiente grande para los dos. Además, tu flotas, así que…
-Oh, buena idea. Así me despertaré con una bofetada tuya cuando te des cuenta que estamos en la misma cama sin tu permiso.
Fionna admitió interiormente que tenía razón y se tomó unos segundos para pensar una buena respuesta. Segundos que Marshall tomó como ventaja para poder continuar con su siesta.
-Ahora que ha quedado todo aclarado, puedes largarte.
Y volvió a quedarse de espaldas a ella. La chica pestañeó un par de veces y volvió a girarlo para sí.
-No está todo aclarado –replicó la humana-. Tu madre me ha robado.
El vampiro se quedó desconcertado durante unos instantes.
-Un colgante súper bonito que me encantaba –aclaró, enfurruñada de forma adorable-.
-Oh, bueno –el chico se encogió de hombros-. Si mi madre se ha encaprichado ya puedes despedirte de eso.
-¡Pero yo también me he encaprichado! ¿No vas ni a intentar ayudarme a que me lo devuelva?
-¿Yo tengo que ayudarte? –la adolescente asintió-. ¿No me has oído? Es inútil.
-Pues si tú no vienes, iré yo sola a quitarle mi collar.
Al oír esas palabras, el rey soltó unas carcajadas que le sentaron bastante mal a Fionna.
-¿Tú? –preguntó, con la risa interrumpiendo su habla-.
La muchacha se levantó, firme.
-Sí. Yo –contestó, tajante-. Vive en la Nochesfera, ¿verdad?
-Obvio –respondió, aun riendo-.
-Voy a ir. Y hablo en serio. Tienes una última oportunidad para acompañarme.
-Y lo dices como si fuera una amenaza…
Aunque estaba cansada de la constante burla de Marshall, lo necesitaba para llegar hasta su madre, aunque no iba a decírselo. Hizo un último intento con el chantaje emocional.
-Increíble… ¿Vas a dejar que vaya yo sola a la Nochesfera y que me pierda porque no quieres saltarte una siesta que probablemente no necesites?
El chico se lo pensó durante unos segundos, dejando las carcajadas durante un momento.
-No tengo ganas de hablar con mi madre; puedes perderte si ese es tu deseo –dijo sarcásticamente-.
La mortal abrió la boca, indignada, sin saber cómo responder a eso. Así que tan solo cruzó la habitación, y oyó silencio al llegar a la trampilla. Miró hacia atrás y vio a su amigo estirado en su cama, con los ojos cerrados y una irritable sonrisa. ¿Creía que no era capaz? Parecía que aún no había aprendido que ella no permitía que la subestimaran.

No había anochecido y otra vez se había desvelado. Maldito teléfono.
-¿Quién osa despertar al Rey de los Vampiros? –gruñó innecesariamente fuerte-.
-Cake osa –respondió, seca-. Oye, no te he llamado para discutir, solo quiero saber si Fionna está contigo.
-¿Fionna? –Marshall se calmó un poco al oír el tono de preocupación de la gata-.
-Sí, no la he visto en todo el día… la he buscado en todos sitios, menos en tu casa.
-Pero si ella… -miró los edredones vacíos que seguían apilonados en el suelo, con su gorro ahí olvidado; voló hacia el piso inferior y vio un portal hacia la Nochesfera abierto-. Joder… Cake, creo  que ya sé dónde está. Si todo sale bien, volverá viva esta noche a casa.
-¿Cómo que “si todo sale bien”? ¡Marshall Lee! ¡¿Dónde está mi niña?! –preguntó, casi histérica-.
-Tranquila, gata. Nos vemos esta noche –se despidió antes de colgar-.
Ya se encargaría Fionna de explicarle qué había pasado, pensó, antes de entrar en la Nochesfera.

No fue difícil distinguirla a vista de pájaro. Era una mota azul y dorada entre rojos y granates. Se acercó, invisible. Estaba apoyando la cabeza en la espalda del demonio de delante, visiblemente agotada. Esa cola era insoportable. Se dejó ver de golpe y ella lo miró. Esbozó una sonrisa antes de enfurruñarse.
-Ya era hora.
-De nada –contestó, burlesco-. Venga, volvamos a casa.
Dicho eso, la cogió por debajo de las axilas y empezó a volar, dispuesto a llevársela a casa. Apenas un metro encima del suelo, la chica empezó a revolverse.
-¡Espera! ¡Voy a perder mi sitio!
El vampiro la ignoró y, tal como había previsto, los que estaban detrás avanzaron, ocupando el espacio que antes había ocupado ella. La humana se giró a Marsh, con una mirada asesina. De nuevo, el chico pasó del gesto. Enfadada, volvió a forcejear, dificultando el viaje pero no parándolo. Entonces subió los brazos de golpe, consiguiendo que el rey no pudiera cogerla y empezó a caer al vacío con expresión aparentemente calmada. El pelinegro la cogió por la muñeca a pocos centímetros del suelo.
-¡¿Estás loca?!
-No, tan solo estoy cansada, sedienta y hambrienta –respondió, irritada-. He estado esperando muchas horas como para que vengas tú y me las eches a perder. Más te vale cambiar el rumbo y llevarme con tu madre para que pueda recuperar ya mi colgante.
-Fionna, entiéndelo –empezó, exasperado-. Conozco a mi madre y te digo que no va a devolvértelo…
-No me obligues a hacerte chantaje –lo amenazó, viéndolo como la única forma de que le hiciera caso-. Estoy agotadísima, así que sería capaz –Marshall la miró incrédulo-.
-Sí, claro…
-¿Qué crees que pensará el Príncipe del Espacio Bultos sobre tus noches de princesa con Gumball?
-…Eso es un golpe bajo –murmuró, antes de cogerla, esta vez en estilo princesa, y dar media vuelta-. ¿Sabes que hay formas mucho más bonitas de convencerme? –preguntó, visiblemente molesto de que la chica hubiera conseguido su objetivo-.
-¿Cómo cuál? ¿Un besito? –respondió, sarcástica-.
-Pues sí. Eso hubiese estado mucho mejor, sin duda –pensando que ciertamente habría preferido que volviera a besarlo, fuera cual fuera la excusa esa vez-.
-Lo tendré en cuenta para la próxima vez, su majestad –dijo, con el mismo tono de antes-.
-¿Estás enfadada conmigo porque no he querido ayudarte desde un principio? –acertó, mientras ella apartaba la cabeza-. Los mortales os lo tomáis todo tan a pecho…
La humana prefirió callar a embarcarse en una discusión con él. Realmente no quería comportarse tan rudamente con él, pero no podía evitarlo; estaba demasiado cansada como para pensar en palabras bonitas. Así que solo miró a cualquier otro lado, esperando que el viaje llegara a su fin.

Entraron por una de las ventanas del castillo de la Nochesfera, y Fionna bajó de un salto de los brazos de Marshall. La humana miró la sala, toda de piedra rojiza y vio distintas salidas. Dirigió su vista al vampiro, quien suspiró y cruzó una puerta. El pelinegro lideró el camino a paso rápido, sin darle tiempo a la rubia de mirar las fotografías que poblaban las salas. Bajaron unas escaleras y llegaron a una sala de colores fríos, que se asemejaba a una cocina de las típicas casas de películas americanas. Hannah Abadeer estaba ahí, vestida con bata de ir por casa y el pelo despeinado, a punto de acabar un sándwich. Marshall tosió falsamente para hacerse notar y la mujer se giró de golpe hacia ellos, sorprendida.
-Marlee, cariño, ¿qué te trae por aquí? –preguntó-. ¿Has venido a cenar con tu mami?
El chico puso ojos de exasperación tanto por el apodo como por el tono cariñoso, y fue a ir directo al tema; mas la humana lo interrumpió.
-¡Sí! ¡Venimos a cenar! –exclamó, con una sonrisa-.
-¿Qué? -murmuró el rey, desconcertado-.
-Oh, tendrías que haberme avisado de que vendrías con tu… “amiga”, mi peque –él fue a protestar cuando su madre continuó hablando-. Esperadme en el comedor, yo vuelvo en cuanto me haya arreglado un poco –canturreó antes de irse de la sala-.
Pasaron unos silenciosos segundos antes de que Marshall matara a la rubia con la mirada. Ella se encogió de hombros.
-Los mortales tenemos que alimentarnos –fue su explicación-.
El vampiro soltó un gruñido de desesperación y empezó a volar hacia el salón, murmurando juramentos por lo bajo.

Unos demonios que hacían de camareros por la falsa promesa de que la Señora del Mal después los recompensaría, empezaron a servir los platos. A Fionna se le hizo la boca agua con tan solo el olor del filete recién cocinado. Mientras que a su madre y a su amiga les servían la carne, a Marshall le pusieron en una copa de oro un líquido rojizo de aroma familiar. Bufó por lo bajo y miró alrededor, aburrido. Durante unos cuantos minutos, tan solo se oyó el sonido de los cubiertos y unos cuantos elogios al cocinero de parte de la rubia, quien atacaba el plato con ansias. La mujer demonio paró de comer para observar a su hijo durante unos instantes.
-Marshall, no has probado tu cena. ¿Ocurre algo?
La mortal levantó la mirada hacia él, con curiosidad.
-Mamá, la sangre está bien, pero me gusta más el rojo –explicó, mirando el dorado recipiente con desgana-. Deberías saberlo, soy tu hijo.
-Pero no es natural que los vampiros os alimentéis solo de un color. La sangre es más nutritiva. No quiero que mi monstruito se ponga enfermo por no comer lo que su naturaleza le pide –esa última frase se la dijo como si estuviera discutiendo con un niño pequeño por que debe comer la verdura-.
-¡Mamá, soy un vampiro! ¡No puedo ponerme enfermo! –exclamó, avergonzado por la forma infantil que tenía de tratarle-.
-Pero, Marlee, tienes que alimentarte bien –comentó Fionna después de un par de carcajadas, parodiando el tono de voz que su madre estaba utilizando-.
-Ohh, entiendo –empezó, entrecerrando los ojos, dispuesto a devolverle la burla-. Seguro que tú ahora mismo también estás comiendo algo muy saludable. ¿Qué es, por cierto?
-Es… carne –concluyó, insegura-.
-¿Carne de qué, exactamente? –insistió el vampiro, con una media sonrisa-.
La rubia volvió a mirar el filete, sin saber que contestar. Apartó la vista hacia cualquier sitio y vio por la ventana los seres que habitaban en la Nochesfera. Con un nudo en la garganta, apartó el plato.
-Creo que no tengo más hambre.
Esta vez fue el rey quien soltó unas cuantas carcajadas. La humana le sacó la lengua, fastidiada, y se cruzó de brazos de forma exageradamente infantil. La gobernante de la Nochesfera suspiró con una sonrisa. “Amor adolescente, ¿quién lo entiende?” Eso le recordó que su hijo aún no le había comentado por que había venido la mortal con él, pero decidió esperar un poco a que lo comentara primero; quizás no estaba al corriente que ella lo sabía. Fionna le pegó un puñetazo cariñoso, pero fuerte, en el hombro, cansada de que continuara riendo y volvió a mirar su plato. Respiró hondo y volvió a acercarse la comida. Olía demasiado bien. En cuanto Marshall se calmó, se fijó en el color de la servilleta. Con una media sonrisa y una mirada de reojo a su madre, le quitó el rojo al paño y lo dejó bien doblado. Tiró la silla hacia atrás y apoyó sus pies en la mesa, con una sonrisa de satisfacción al ver la cara de indignación de la mujer.
-Marshall Lee Abadeer, al menos podrías probarla. Vas a hacer que se tenga que tirar –le recriminó Hannah-. Además, eso no se hace en la mesa.
Como única contestación, se encogió de hombros con una sonrisita de autosuficiencia. Fionna no pudo evitar volver a colarse en la conversación con un comentario.
-Qué rebelde… Niño malo –dijo, burlándose y tonteando al mismo tiempo-.
-Bueno, si tanta pena te hace que se desperdicie un vaso de sangre, tómatelo tú, pequeña heroína –contestó, pasándole la copa-.
-Gracias, pero tengo suficiente con mi filete de origen desconocido –bromeó, antes de comer un trozo más, sin dejar el contacto visual-.
A la Señora del Mal ya le era más que evidente que había alguna clase de chispa entre ellos, y consideró que ya había esperado suficiente a que su hijo fuera el primero en comentar “la noticia”. Así que interrumpió su juego de miradas sin ningún pudor.
-Hijo, ¿no quieres contarme algo? ¿O es que has venido a visitarme con una invitada sin ningún motivo? –preguntó, remarcando el acompañante-.
-Oh, cierto –el vampiro se encaró a su madre, serio-. Tienes algo que le pertenece a Fionna.
-¿Me estás acusando de robar a mi nuera? –preguntó, soltando esa palabra para ver si el chico reaccionaba ya-.
-¡Pero qué caradura! ¡Si lo llevas puesto! –exclamó Fionna-.
Marshall entonces miró el colgante y entendió por qué tanto capricho. Realmente era una pieza única. Respiró hondo, a sabiendas de que si no se lo devolvía a la humana estaría enfurruñada con él durante un buen tiempo. La humana vio que el pelinegro iba a hablar ahora con su madre, así que continuó comiendo mientras escuchaba.
-Mamá, no es mi novia –aclaró, pensando que la mejor táctica sería decir la verdad por una vez-. Solo…
-Pero mis súbditos me contaron que os vieron besaros en medio de uno de tus conciertos -interrumpió-. ¿Es que acaso me han mentido?
-No. Nos besamos; pero no somos pareja –intentó explicar-. Fue por qué…
-¿Entonces que sois? –volvió a interrumpir la mujer-. ¿Cuál es ese término que utilizan los jóvenes ahora…? Ah, sí. ¿Sois amigos con derecho o algo así? –preguntó, con cara de “no-sé-como-alguien-puede-hacer-algo-así”-.
La rubia casi se atraganta con un pedacito de carne, sonrojada de golpe. Quiso negarlo enseguida, pero la tos le impidió hablar, así que, como pudo, alcanzó su copa. Marshall también se hubiera sonrojado si pudiera, pero una pequeña luz se encendió en su cabeza. Tiró a la basura la táctica que estaba utilizando y probó con otra completamente distinta.
-¡Sí! ¡Somos exactamente eso! Menos mal que sabes el término, sería muy incómodo tener que explicártelo… -empezó, causando que la chica ahora escupiera la bebida, llamando la atención de los inmortales-. Fi, ya sé que te da vergüenza que se lo diga, pero si quiere la verdad, voy a dársela de una vez –mintió con naturalidad, sonrojando aún más a la humana, quien lo miraba con los ojos como platos, alucinando-. Mira, mamá, tengo que mantener a Fionna contenta porque sino no hay tema, y ese colgante se lo regalé con un conjunto de lencería súper-sexy que no se va a poner si no tiene el collar. Así que, si quieres hacerle un favor a tu hijo, devuélveselo ya –soltó de golpe-.
Un silencio fatigoso se instaló en la habitación. Hannah y Fionna evitaron cruzar miradas, y la mujer se quitó el colgante y lo dejó en la mesa, prefiriendo perder un capricho a que su hijo insistiera más en el asunto. No quería volver esa situación aún más violenta. El único que no parecía afectado por el ambiente era el vampiro, quien sonrió al ver la esmeralda libre. “Gracias, mamá” canturreó antes de coger el collar y ponérselo a su amiga, quien no sabía si agradecérselo o pegarle una paliza. Decidió que, para mantener la vergonzosa farsa, ya le pegaría cuando estuvieran solos. Aún ruborizada y mirando al suelo, calmándose interiormente, murmuró un “Gracias”. El chico se dio un par de toques en la mejilla, y la humana, después de poner ojos de exasperación y con las comisuras de los labios ligeramente curvadas en una sonrisa, se puso de puntillas para darle un besito en la mejilla. Mas el chico cambió de posición en el último segundo y le robó un suave beso en los labios. Se apartó enseguida, dejándolos a los dos con ganas de más, pero riendo como un niño al ver la expresión abochornada del rostro de la chica.
-Creo que nos vamos ya, mamá. Gracias por la cena –se despidió, risueño -.
-A-adiós, hijo. Adiós, Fionna –dijo, aún sin poder mirar a la cara a la humana-.

Marshall la cogió como a una princesa y, nada más salir volando del edificio, Fionna le pegó con todas sus fuerzas en el pecho.
-Ya te vale.
-Te he conseguido el collar, ¿no es lo que querías? –le replicó, con una sonrisa permanente-.
-Ni se te ocurra volver a dejarme en evidencia de este modo, ¿me oyes? –le amenazó sin demasiada eficacia, no había podido evitar que se le enganchara el humor del rey-.
-Como mandes. Pero ahora voy a llevarte a casa antes de que tu gata se ponga histérica.
La chica rio ligeramente y apoyó la cabeza en el pecho del vampiro, mirando el colgante.
-¿Ya tienes claro que Cake va a descuartizarte en cuanto te vea? –dijo, con la misma expresión alegre que antes-.
-Completamente.
SI!! COMPLETO AL FIIIIIN!! 

Vale, ya tenía muchas ganas de tener acabada esta tercera parte, ha sido muy divertida de escribir...

Si vosotros fuerais Fionna, seguiríais comiendo del filete? Yo no me fiaría mucho... pero bueno, si hay mucha hambre, hay mucha hambre. Pobre, que llevaba todo el día sin comer...

Y aquí tenéis, un poquitín más de Fiolee, tanto que os quejabais de que no había más!! Es una pequeña dosis, pero espero haberos quitado un poco el gusanillo

Intentaré tener el próximo cap. (o la mayor parte de él) para el domingo (dudo que pueda para el sábado), muchísimas gracias por ser tan pacientes conmigo, de verdad. Me sabe fatal haceros esperar, pero realmente no sé que le pasa al tiempo, que huye de mi. De verdad, muchas gracias.

© 2013 - 2024 blackandwhitesisters
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FinnaLuxeSussesTv's avatar
M eencanto este capitulo!!
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